11 septiembre, 2013

Maneras de ser feliz

Temerosos 2 - Antover 0

Le ganamos a Antover, y esta vez estuvo bien. El medio puso y puso, la defensa jugó inteligente, y en las dos o tres que tuvimos, aplicamos vacuna. Lo importante siempre pasa después.



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Lo dijo el profeta Negro Gera: uno llega a la casa de vuelta del partido con la cara cambiada cuando gana la T. Y la patrona ya advierte ese gesto optimista y se anima mejor a la pregunta cómplice: como les fue? Ganamos! Toma, mierda!

A todos nos pasa un poco eso. Cada vez más. El valor de las victorias se explica por su rareza, su escasa frecuencia. Ganamos poco, y entonces cada vez que sumamos de a tres se vive como un epopeya, los partidos se magnifican, te resuena en el bocho mil veces ese barrefondo efectivo, ese achique del gordo para evitar el tempranero gol rival. Se festeja toda la semana en silencio, y Temerosos es un lindo lugar donde poner nuestra memoria reciente.

Esa es, al menos, una de mis maneras mas recurrentes de ser feliz. Tengo otras claro: comer asados, ir a pescar y que no me rompan las pelotas tres días seguidos, ver a mis hijos crecer, gritar un gol de Central. Pero cuando gana la T, uno es feliz de verdad. O de manera distinta. No se si más pura, más pueril. Todo el fin de semana se tiñe de una felicidad dulce y a veces casi secreta. Ni te digo si jugamos apenas un poquito bien, si dimos tres pases seguidos, o si pusimos mas huevos que la media del torneo. Después, el lunes urge ver la tabla y comprobar con orgullo que ya no estamos en el fondo. Son los lujos mundanos que aún nos permitimos...

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