24 junio, 2006

Mundiales


Vi el partido de la selección el viernes con Agustín. Si, era un día de escuela. Pero ¿que mejor justificación de una falta, que ver el partido con tu viejo?. Eso pensé, y lo invité a la aventura, aún a riesgo de ser despreciado en mi intento, ya que había promesa de pantalla gigante en el cole. Sorpresivamente -o no- aceptó. Habíamos visto el primero contra los africanos en la casa del Bomba, y no se podían repetir las cábalas porque al laburo el Gordo no podía faltar. Teníamos que cambiar de escenario. Eso obligaba a una recomposición de las estrategias cabuleras. Terminé cumpliendo sólo una: que Agus se sentara a mi derecha como la tarde del 2-1.

El primer gol lo grité casi con descreimiento. El equipo entregaba suficiencia, lindo fútbol y dominio completo, y lo mejor se veía venir. Seguí la jugada del segundo gol con atención desde los primeros toques; a medida que se enhebraban los pases iba ganando una sensación de jugada perfecta, de momento culminante. Lo grité con la emoción en la garganta que sólo generan en los sentidos las verdaderas obras de arte. Disfrutamos del resto del partido con indisimulada devoción. Yo más que él, claro.

Al final, tuve una certeza que me atravesó como una revelación y se lo dije:
- Agus, tal vez no lo sabés, o no te das cuenta ahora, pero este es uno de esos momentos que vas a recordar toda tu vida

Por toda respuesta tuve una mirada seria, pero que no descreía, que daba crédito a lo que le estaba diciendo. Crucé mi brazo sobre su hombro y le conté que hacía veinte años, yo había sentido algo parecido a lo que el estaría sintiendo en ese momento. Le hablé de la Mano de Dios y del inigualable segundo gol de Maradona a los ingleses. Esa tarde también seguí la jugada con atención desde el inicio: Estábamos en la cocina-comedor de la casa de mi abuela, y yo tenía a mi viejo sentado enfrente, casi agazapado frente a la tele, siguiendo la jugada como yo. El tiempo lo agiganta todo, escribió Soriano. Y en mi memoria indeleble de esa tarde, sólo estamos mi viejo y yo, haciendo fuerza para que el Diego siga corriendo ante tanta patada inglesa, festejando como locos esa genialidad eterna. Sabiendo él -seguro- que nunca me iba a olvidar de ese momento.

Veinte años. Otros mundiales pasaron desde entonces, escasos de alegrías. Una de las pocas que tuvimos en todo este tiempo también la viví con él, y ahí está la memoria para recortar la imagen de los tres –se agrega Javier – almorzando tallarines caseros en un mediodía de domingo ya en Neuquén, festejando la ominosa derrota propinada a los brasileros en el noventa.

Veinte años. Y la historia se repite. Más bien se trasmite, de generación en generación. Pero hay algo que no cambia. Veinte años después, sigue estando mi viejo al lado mío gritando los goles. Aunque sólo seamos en presencia Agus y yo. Aunque tenga que compartir por teléfono la emoción de saber que es un momento único

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Vieron, éstas y varias son las cosas que nos únen en la T. Son las cosas de la vida que una persona que queremos puede contarnos y saber que la vamos a disfrutar... A muchos nos pasa lo mismo, a los que tenemos los viejos, agradecidos... a los que no los tenemos ya, recuerdos imborrables como tantos...
No nos dejemos invadir por el hambre de gloria por sobre el "divertirse" los Sábados.. Esto hace que compartir COSAS DE LA VIDA sea lo que nos sigue manteniendo juntos, y nos querramos despues de varios años.
Unos llegan, otros se van... En fin, solo el sentimiento nos une...

Anónimo dijo...

Un golpe a la emoción, que la verdad me mueve mucho la estantería porque mi gordo se fue hace poco, y si bien era tan mal mirador de futbol como lo soy yo, fue compañero (yo fui su compañero) de muchos buenos, medios y malos partidos, pero en definitiva de momentos que no se borrarán jamas, como la mano de dios, como zafar del descenso con la T y muchas otras cosas más.

Gracias R por compartir este lindo momento de tu vida.

abrazos, Luongo.

Anónimo dijo...

Se lo escribí a mi viejo para el día del padre, y después lo leí y pensé que estaría bueno compartirlo con los amigos de la T

Anónimo dijo...

Lo bueno de estos recuerdos,que aparecen escritos desde la distancia,es lo que genera en cada uno,me emociona como cada comentario trae a flote el futbol solo como pretexto,para recordar lo que mas queremos,en mi caso,a la inversa,me sirve una vez mas para sentir que mi hijo siempre esta presente.Los goles,los triunfos y las derrotas pasan,el amor de un hijo nos acompaña hasta el final del campeonato.
El papa del Roro

Anónimo dijo...

Alberto... paráaaaaa... la gran p... que me hacés emocionar....
Besos para la familia Rosarina.
EL ENTERRADOR...(la nueva versión)

Anónimo dijo...

ro, la verdad no habia leido nada hasta hoy, del blog, y me emocione mucho. se te extraña. te admiro mucho
TATI