
Desde hace miles de años las estepas patagónicas estaban habitadas por los antepasados de la etnia aónikenk, la rama más austral del grupo lingüístico y cultural tehuelche.
Organizados en bandas de cazadores-recolectores, los aónikenk eran una sociedad básicamente igualitaria que se desplazaba a pie por los extensos territorios situados entre el río Santa Cruz y el Estrecho de Magallanes en busca de guanacos, ñandúes y otros animales comestibles. Con un detallado conocimiento del territorio, frecuentaban sitios en donde se concentraba la caza y establecían periódicamente sus campamentos (aike) en aquellos lugares. Algunos, tempranamente, corrían desesperados por descampados eriales pateando cráneos de ñandúes y simulando festejos alocados, hecho que siglos después sería consignado por la antropología como uno de los antecedentes más remotos del festejo de un gol. Los intentos por reducirlos a reservas nada pudieron contra el inveterado nomadismo aónikenk y la rapacidad de los grandes empresarios ovejeros que acabaron por despojarlos de todo su territorio.
Alcoholizados, reducidos a peones de estancia y diezmados por la viruela, desde 1906 los aónikenk desaparecieron definitivamente del territorio chileno y argentino.
Todos? No… Algunos siguen pateando tientos y corriendo por la punta. A veces alcoholizados, eso si, siguen vagando por los campos de juego con otros nombres gringos. El hijo del viento, le dicen a uno que conozco. The son of the wind, por su manía de remontar y hacerse casi inalcanzable, vea. Dicen que mojó dos veces este sábado, que dio vuelta un partido chivo y que se erigió en el goleador de la T.
Lo parió!!!…