24 julio, 2007

Viejo con árbol

Un cuento de fontanarrosa, para compartir...

A un costado de la cancha había yuyales y, más allá, el terraplén del ferrocarril. Al otro costado, descampado y un árbol bastante miserable. Después las otras dos canchas, la chica y la principal. Y ahí, debajo de ese árbol, solía ubicarse el viejo.

Había aparecido unos cuantos partidos atrás, casi al comienzo del campeonato, con su gorra, la campera gris algo raída, la camisa blanca cerrada hasta el cuello y la radio portátil en la mano. Jubilado seguramente, no tendría nada que hacer los sábados por la tarde y se acercaba al complejo para ver los partidos de la Liga. Los muchachos primero pensaron que sería casualidad, pero al tercer sábado en que lo vieron junto al lateral ya pasaron a considerarlo hinchada propia. Porque el viejo bien podía ir a ver los otros dos partidos que se jugaban a la misma hora en las canchas de al lado, pero se quedaba ahí, debajo del árbol, siguiéndolos a ellos.

Era el único hincha legítimo que tenían, al margen de algunos pibes chiquitos; el hijo de Norberto, los dos de Gaona, el sobrino del Mosca, que desembarcaban en el predio con las mayores y corrían a meterse entre los cañaverales apenas bajaban de los autos.

—Ojo con la vía - alertaba siempre Jorge mientras se cambiaban.

—No pasan trenes, casi tranquilizaba Norberto. Y era verdad, o pasaba uno cada muerte de obispo, lentamente y metiendo ruido.

—¿No vino la hinchada? ya preguntaban todos al llegar nomás, buscando al viejo. ¿No vino la barra brava?Y se reían.

Pero el viejo no faltaba desde hacía varios sábados, firme debajo del árbol, casi elegante, con un cierto refinamiento en su postura erguida, la mano derecha en alto sosteniendo la radio minúscula, como quien sostiene un ramo de flores. Nadie lo conocía, no era amigo de ninguno de los muchachos.

—La vieja no lo debe soportar en la casa y lo manda para acá, bromeó alguno.

—Por ahí es amigo del referí —dijo otro.

Pero sabían que el viejo hinchaba para ellos de alguna manera, moderadamente, porque lo habían visto aplaudir un par de partidos atrás, cuando le ganaron a Olimpia Seniors.

Y ahí, debajo del árbol, fue a tirarse el Soda cuando decidió dejarle su lugar a Eduardo, que estaba de suplente, al sentir que no daba más por el calor. Era verano y ese horario para jugar era una locura. Casi las tres de la tarde y el viejo ahí, fiel, a unos metros, mirando el partido. Cuando Eduardo entró a la cancha —casi a desgano, aprovechando para desperezarse— cuando levantó el brazo pidiéndole permiso al referíí, el Soda se derrumbó a la sombra del arbolito y quedó bastante cerca, como nunca lo había estado: el viejo no había cruzado jamás una palabra con nadie del equipo.

El Soda pudo apreciar entonces que tendría unos setenta años, era flaquito, bastante alto, pulcro y con sombra de barba. Escuchaba la radio con un auricular y en la otra mano sostenía un cigarrillo con plácida distinción.

—¿Está escuchando a Central Córdoba, maestro? —medio le gritó el Soda cuando recuperó el aliento, pero siempre recostado en el piso. El viejo giró para mirarlo. Negó con la cabeza y se quitó el auricular de la oreja.

—No sonrió. Y pareció que la cosa quedaba ahí. El viejo volvió a mirar el partido, que estaba áspero y empatadoí. Música ídijo después, mirándolo de nuevo.

Algún tanguito? —probó el Soda.

—Un concierto. Hay un buen programa de música clásica a esta hora.El Soda frunció el entrecejo. Ya tenía una buena anécdota para contarles a los muchachos y la cosa venía lo suficientemente interesante como para continuarla. Se levantó resoplando, se bajó las medias y caminó despacio hasta pararse al lado del viejo.

—Pero le gusta el fútbol —le dijo—. Por lo que veo. El viejo aprobó enérgicamente con la cabeza, sin dejar de mirar el curso de la pelota, que iba y venía por el aire, rabiosa.

—Lo he jugado. Y, además, está muy emparentado con el arte —dictaminó después—. Muy emparentado. El Soda lo miró, curioso. Sabía que seguiría hablando, y esperó.

—Mire usted nuestro arquero —efectivamente el viejo señaló a De León, que estudiaba el partido desde su arco, las manos en la cintura, todo un costado de la camiseta cubierto de tierra. La continuidad de la nariz con la frente. La expansión pectoral. La curvatura de los muslos. La tensión en los dorsales —se quedó un momento en silencio, como para que el Soda apreciara aquello que él le mostraba—. Bueno... Eso, eso es la escultura...

El Soda adelantó la mandíbula y osciló levemente la cabeza, aprobando dubitativo.

—Vea usted —el viejo señaló ahora hacia el arco contrario, al que estaba por llegar un córner— el relumbrón intenso de las camisetas nuestras, amarillo cadmio y una veladura naranja por el sudor. El contraste con el azul de Prusia de las camisetas rivales, el casi violeta cardenalicio que asume también ese azul por la transpiración, los vivos blancos como trazos alocados. Las manchas ágiles ocres, pardas y sepias y Siena de los mulos, vivaces, dignas de un Bacon. Entrecierre los ojos y aprécielo así... Bueno... Eso, eso es la pintura.

Aún estaba el Soda con los ojos entrecerrados cuando al viejo arreció.

—Observe, observe usted esa carrera intensa entre el delantero de ellos y el cuatro nuestro. El salto al unísono, el giro en el aire, la voltereta elástica, el braceo amplio en busca del equilibrio... Bueno... Eso, eso es la danza...

El Soda procuraba estimular sus sentidos, pero sólo veía que los rivales se venían con todo, porfiados, y que la pelota no se alejaba del área defendida por De León.

—Y escuche usted, escuche usted... —lo acicateó el viejo, curvando con una mano el pabellón de la misma oreja donde había tenido el auricular de la radio y entusiasmado tal vez al encontrar, por fin, un interlocutor válido—... la percusión grave de la pelota cuando bota contra el piso, el chasquido de la suela de los botines sobre el césped, el fuelle quedo de la respiración agitada, el coro desparejo de los gritos, las órdenes, los alertas, los insultos de los muchachos y el pitazo agudo del referí... Bueno... Eso, eso es la música...

El Soda aprobó con la cabeza. Los muchachos no iban a creerle cuando él les contara aquella charla insólita con el viejo, luego del partido, si es que les quedaba algo de ánimo, porque la derrota se cernía sobre ellos como un ave oscura e implacable.

—Y vea usted a ese delantero... —señaló ahora el viejo, casi metiéndose en la cancha, algo más alterado—... ese delantero de ellos que se revuelca por el suelo como si lo hubiese picado una tarántula, mesándose exageradamente los cabellos, distorsionando el rostro, bramando falsamente de dolor, reclamando histriónicamente justicia... Bueno... Eso, eso es el teatro.

El Soda se tomó la cabeza.

—¿Qué cobró? —balbuceó indignado.

—¿Cobró penal? —abrió los ojos el viejo, incrédulo. Dio un paso al frente, metiéndose apenas en la cancha—. ¿Qué cobrás? —gritó después, desaforado—. ¿Qué cobrás, referí y la reputísima madre que te parió?

El Soda lo miró atónito. Ante el grito del viejo parecía haberse olvidado repentinamente del penal injusto, de la derrota inminente y del mismo calor. El viejo estaba lívido mirando al área, pero enseguida se volvió hacia el Soda tratando de recomponerse, algo confuso, incómodo.

—...¿Y eso? —se atrevió a preguntarle el Soda, señalándolo.

—Y eso... —vaciló el viejo, tocándose levemente la gorra—...Eso es el fútbol.

19 julio, 2007

Seguiremos queriendo tanto al Negro


La primera noticia que tuve cuando me desperté de la siesta, fué que había muerto el Negro Fontanarrosa. El mensaje en el msn de mi mamá decía: "Habíamos amado tanto al Negro". Fue como sentir un rayo en el pecho: Que duda podía caber que se trataba del Negro Fontanarrosa?.

Hay pocas cosas más triste que la muerte de la gente que hace reir. Uno trata de encontrarle un sentido a tanta desmesura, y se imagina para ellos una vida más linda en otro lado, en otro cielo. Tretas para disimular el abismo de tristeza que nos abraza; el Negro nos dejó un poquito más solos esta tarde.

Me quedan de él, el recuerdo de sus primeros cuentos leídos en mi adolescencia, las contratapas de Clarín que me leía de rabillo mientras hacía el reparto de los diarios de Buenos Aires, la magia innata que tenía para retratar la pasión del fútbol, y un dibujo suyo de Inodoro Pereyra brindando a mi nombre, conseguido por mi hermana Nana y que, desde hoy, será uno de mis tesosos más preciados.

En algun lugar estará sentado tranquilo esperando el próximo partido del canaya. Cada vez que me acuerde de él, será con una sonrisa.

17 julio, 2007

Esperando a Lea

Otro asado antológico de la T. Fiel a la realidad vivida en el torneo, tuvimos que recurrir al banco de suplentes: faltó con aviso el Bomba, por su viaje, yel gran capitán se encargó de la parrilla. Eso si, ayudado por Lea, que llegó pasadas las 22 hs y se convirtió en el centro de la celebración.

Cortó así una racha de ausencias injustificadas, y acalló a todos aquellos que habían mancillado su buen nombre y honor, acusándolo de boicotear de manera sistemática los eventos de la T. Ayudó a salar la carne, alimentó el fuego, sirvió la picada, y ya en la mesa, compartió con todos anécdotas, chistes y brindis.

La cobertura fotográfica del Negro testimonia tan magno evento. Ojalá que nunca más Lea falte a los asados. Lo necesitábamos.
Mumo, Sendón y Marce, escoltan a Lea, merecedor del primer chori de la noche



Lea mezclando cerveza y tinto. No se hace eso!


Como disfrutó Lea este tiramisú espectacular!!!!


Todo el grupo temeroso unido en el brindis. Al fondo, eufórico, Lea levanta su copa



15 julio, 2007

Memoria y Balance

Se terminó el Apertura, y a pedido de muchos temerosos, Salió Clarín se pone sesuso y hace un balance de la primera campaña del año.

Perfomance gris la de nuestro torneo Apertura: perdimos mas de lo que ganamos, y deambulamos todo el torneo por la mitad de tabla, resignándonos tempranamete a no pelear por más que el orgullo de defender los colores. Ganamos 6, empatamos 3 y perdimos 8. Fuimos uno de los tres equipos menos goleadores: sólo 21 goles en 17 fechas, apenas poco más de un gol por partido. Por el contrario, recibimos una cantidad de goles similar a la sufrida por los equipos de arriba.

Por ese desbalance hay que empezar a tratar de entender los magros resultados. Un dato que sirve de muestra: Amigos, nuestro rival de la última fecha, terminó solo dos posiciones por encima nuestro y a sólo seis puntos, con 41 goles a favor. Como hubieramos terminado con esa cantidad de goles.

Tuvimos mucha mala suerte. Múltiples lesiones, deserciones obligadas y un plantel que quedó diezmado. Pero comimos dos o tres asados antológicos. Eso también hay que ponerlo en el balance, porque si no sería injusto.

Ya hay varios precontratos firmados para reforzar el equipo con miras al clausura. Pagamos la inscripción en el plazo establecido, y mostramos un club con las cuentas saneadas y las manos limpias, a pesar de algunas sospechas deslizadas en la ultima reunión de Comisión Directiva. Eso también hay que hacerlo notar.












Próxima entrega: la crónica del asado de viernes.Imperdibleeeee!!!



04 julio, 2007

Objetivo cumplido

Temerosos 3 - Defensa y Justicia 2
Había que ganar y se ganó. Había que tratar de jugar bien, y se jugó bastante bien. Había que ir a jugar, y fuimos 15. Pasamos los 20 puntos que nos propusimos en el último asado. Y aunque terminamos pidiendo la hora porque nos quedamos sin banco por lesiones, ganamos con garra y convicción. Puede parecer conformista, pero objetivo cumplido.

Volvía el Negro, y fue un regreso endiablado. Tanto que después de los dos goles que abrieron el camino a la victoria, se volvió a resentir de la rodilla. Entró con todo. Se tuvo siempre fe, y obligó hasta que la articulación lo sacó de la cancha. Tempranito, aprovechó una habilitación del Bomba, y definió como le gusta, con tiro corto, fuerte y abajo. Seguimos yendo al frente, ganando las pelotas divididas en el medio. Aguire luchaba y entregaba limpio. Santi distribuía bien. Jugamos por los costados, tocamos, y nos tuvimos confianza. Y en un lateral en ataque, la sagacidad del editor habilitó al Negro con las manos, en profundidad, y éste sacó un bombazo que tenía intenciones de centro y tuvo destino de gol. Se le coló por el segundo palo al arquero y, aunque tal vez sin quererlo, fue un golazo.

Defensa y Justicia fue un rival digno que siempre propuso jugar. Tal vez porque los dos nos jugábamos poco en la tabla, salió un partido lindo, a pesar del terrible frio de la mañana de domingo. Parecía que la historia se iba a empezar a definir cuando Lea conectó de cabeza un corner del Bata, y era el 3-0. Pero enseguida apareció la mano de Escobar para ver y cobrar con expulsión de seba un supuesto último hombre. Nos quedamos 10 a 10 - ellos habian arrancado con uno menos - y enseguida, un rebote traicionó a Narváez para el primer descuento. Al toque, las rodillas del Negro y Santi dijeron basta, y terminamos siendo ocho.

Ahí salió el alma de guerrero. Hubo tres barrefondos precisos, lucho se asentó y el bata bajó de dos. El medio se juntó con la defensa, hubo arengas, y hubo garra. Y los tres puntos quedaron en la institución.